30/1/10

La vida de los otros


Desde arriba podía verlo todo sin que nadie supiera que tenía como costumbre observar a los demás. No era curiosidad,  sencillamente se sentía bien mirando otras vidas. Cuando caía la noche trepaba al tejado para sentarse a esperar. Y esperaba.
Podía ser que no ocurriera nada, entonces miraba el cielo y se sentía la única persona del mundo que hacía eso. Ser la única que mira el cielo es algo mágico.
Adoraba ver cómo se iban apagando las luces en las ventanas, cómo se iba rindiendo la noche al silencio e imaginaba  el sueño ocupando los ojos de la gente, sentía el tacto agradable de las sábanas en el cuerpo y el beso de buenas noches. Buenas noches, decía para sí.
Entonces escuchaba algún ruido e inmediatamente se concentraba en cada movimiento, en cada minúsculo detalle y permanecía muy quieta para no estorbar. Si se movía podía ser que las cosas no sucedieran igual, que nunca más salieran los solitarios a pasear, que la luna no volviera a brillar o que los amantes no se pudieran abrazar. Los abrazos más tiernos se dan por la noche y las palabras más bellas, también. Por eso le gustaba vigilar la noche, por si alguna palabra quedaba suelta.
Sólo cuando la noche se quedaba inmóvil volvía a casa y apagaba la luz esperando que alguien desde su tejado estuviera mirando su ventana.

Ilustración: Skasia

17/1/10

Carta


No sé si puedo ayudarte. El mundo funciona de una manera extraña. Injusta.
Sé que te hacen falta besos y que todavía no sabes qué es compartir una risa. Al final todo se olvida, verás como todo pasa, te lo digo yo, el tiempo pasa. Te preguntarás qué hay de malo en ti para que tengas que sufrir de este modo. No hay nada de malo en ti, el problema está ahí fuera. Quiero que sepas que todos alguna vez nos sentimos solos, pero siento de veras que te ocurra tan pronto, no es justo que sientas tanta amargura.
Me dices que lo peor que te pasa cada día es levantarte por las mañanas; yo al escuchar eso  me muero de  pena, pero entiendo que no te  ilusionen los desprecios, las palabras malas y el vacío en el asiento de al lado. Entiendo que estés mejor en tu casa, en tu refugio, donde nadie te exige nada y comprendo también que cuando sales a la calle te conviertas en la niña más sola del universo, porque a tu edad la soledad supera los límites de la tierra y se expande en millones de infinitas tristezas por el firmamento.
Sólo puedo rozarte cariñosamente la mejilla, escucharte y emocionarme contigo. Levanta la cabeza, ¿sabes sonreir? También puedo sonreír yo.  



Ilustración: Patricia Metola

13/1/10

Pies



No sé dónde se han ido mis pies. Tendré que ir a buscarlos de puntillas; se asustan con facilidad. 



Ilustración: María Elina

8/1/10

Tu casa



Deja que entre en tu casa y me siente a tu lado,
deja que me haga la dormida mientras revuelves con tus dedos
los enredos de mi cabello.
Deja que me acueste en tu falda
para que broten las lágrimas que me oprimen el alma.
No sé estar triste
si tu mano no está cerca.
Déjame entrar en tu casa
y mirar juntas por la ventana,
 mientras nos acompañamos la vida.
Deja que encuentre en el fondo de tus ojos
la luz de este día
y tender en tu sol mi frío.
Deja que entone tu nombre, madre,
que no quiero escuchar nunca más mis ruidos.



Foto: Fran de la Cruz

7/1/10

Juego en el tren




Los trenes van despacio para no perturbar el paisaje. Eso pensé mientras miraba por la ventana del vagón; que el paisaje es más lento  cuando viajas en tren.

Estaba lloviendo y la ventana tenía  gotas que se movían muy despacio, justo por donde yo iba mirando, como si siguieran la  ruta que querían mis ojos. Por fuera era todo agua,  todo frío y yo me sentía segura en mi vagón vacío y silencioso, acurrucada en el último asiento jugando a juntar gotas.

Siempre me gustó jugar a solas, con lo mínimo a mi alcance, casi sin moverme, como si yo misma fuera mitad persona, mitad marioneta y nunca se sabía si era yo la que jugaba o eran los muñecos los que jugaban conmigo.

Quién sabe si me bajé del tren o todavía sigo en él viajando despacio. Quién sabe si estoy hecha de trapo. 

Ilustración: Laaura