Había una tristeza que quería alcanzar más hondo. A medida que lo lograba envolvía todo cuanto encontraba; destruyó sueños y acogió soledades, engulló risas, noches enteras a golpes en el corazón.
Silenció las palabras atragantadas. Las dejó sin voz, sin nada que decir, tan vacías que los ojos dejaron de buscar otras bocas para hablar. Enmudeció el alma.
Era una tristeza tan poderosa que quería llevarse el aire del pecho, asfixiarlo todo por dentro y fijarse en cada rincón del cuerpo.
Así quedó alojada.
LLoraba la tristeza, feliz de haber conseguido la conquista, cuando sintió que no tenía más espacio que ocupar, no era posible un mayor dolor y se fue.
Los pulmones explotaron amplios para recuperar el aire, volvió la luz, la serenidad, los colores en la piel.
Gracias tristeza, por enseñarme a vivir.
2 comentarios:
Nos encanta saber que la tristeza decidiese salir de tu cuerpo para dejar paso a toda la alegría que llevas dentro y que alguna vez, cuando estás cerquita, podemos entrever en tu mirada
Si, por fin puedo verte cantando (o inventandote) canciones x la mitad del pasillo, y saber q en ese momento ya volvías a ser la q eras,la q me gusta y la q quiero para siempre
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