- Se me ha roto el globo. ¡Arréglamelo, vamos!
- Cariño, los globos no se pueden arreglar. Cuando se rompen ya no sirven.
- Ponle celo, con celo se arregla todo.
No mi amor, el celo no lo puede arreglar todo. Hay cosas que una vez que se rompen no vuelven a funcionar. No se puede recomponer un globo cuando se explota, es así. Pero verás, hay otras cosas que acaban y luego empiezan de nuevo. Mira, cuando el sol se esconde todos los días es porque se va de paseo a otros lugares y la lunita se va al cielo a descansar un rato. Por la mañana el sol vuelve y siempre, siempre volverá.
- Yo quiero mi globo.
Esas lágrimas me parten el alma. No llores, sé que ningún otro globo puede sustituir al tuyo; no es el globo lo que quieres mantener, es tu confianza en la vida, tu inocencia, pero esto te ayudará a crecer, ven que te de mimos un ratito.
-¿Me cuentas un cuento?
"Érase una vez un globo que en lugar de aire, estaba lleno de millones de burbujas de jabón y en cada una de ellas había una sorpresa. Algunas se podían ver desde fuera, por ejemplo, había burbujas que tenían dentro plumas de colores, otras tenían semillas de estrellas (que son iguales que las lágrimas de la risa) y en otras flotaban chinchetas revoltosas a las que todos tenían miedo.
El globo llevaba tiempo olvidado en un rincón porque no eran días de jugar, hasta que alguien lo rescató y lo llevó al viento. Las chinchetas estaban tan contentas por salir a jugar que daban volteretas, y en un momento el globo se explotó.
¡No te imaginas la que se formó! Los burbujas invadieron el aire y todos pensaban que había caído lluvia de jabón. Era precioso: todo se veía más grande y con múltiples colores, se mezclaban los colores en los ojos y brillaban los zapatos de la gente.
La burbujas empezaron a deshacerse y cayeron las sorpresas que había dentro de cada una de ellas, millones de sorpresas, algunas duraban unos segundos, otras eran sorpresas para toda la vida.
Lo mejor fue que las semillas de estrellas se plantaron en la tierra y todos los años germinaban minúsculas estrellas que provocaban ataques de risa a quien las pisara.
Desde aquel día cada vez que se explota un globo, los niños se quedan descalzos y esperan a la risa que les sube desde los pies".
- Ponle celo, con celo se arregla todo.
No mi amor, el celo no lo puede arreglar todo. Hay cosas que una vez que se rompen no vuelven a funcionar. No se puede recomponer un globo cuando se explota, es así. Pero verás, hay otras cosas que acaban y luego empiezan de nuevo. Mira, cuando el sol se esconde todos los días es porque se va de paseo a otros lugares y la lunita se va al cielo a descansar un rato. Por la mañana el sol vuelve y siempre, siempre volverá.
- Yo quiero mi globo.
Esas lágrimas me parten el alma. No llores, sé que ningún otro globo puede sustituir al tuyo; no es el globo lo que quieres mantener, es tu confianza en la vida, tu inocencia, pero esto te ayudará a crecer, ven que te de mimos un ratito.
-¿Me cuentas un cuento?
"Érase una vez un globo que en lugar de aire, estaba lleno de millones de burbujas de jabón y en cada una de ellas había una sorpresa. Algunas se podían ver desde fuera, por ejemplo, había burbujas que tenían dentro plumas de colores, otras tenían semillas de estrellas (que son iguales que las lágrimas de la risa) y en otras flotaban chinchetas revoltosas a las que todos tenían miedo.
El globo llevaba tiempo olvidado en un rincón porque no eran días de jugar, hasta que alguien lo rescató y lo llevó al viento. Las chinchetas estaban tan contentas por salir a jugar que daban volteretas, y en un momento el globo se explotó.
¡No te imaginas la que se formó! Los burbujas invadieron el aire y todos pensaban que había caído lluvia de jabón. Era precioso: todo se veía más grande y con múltiples colores, se mezclaban los colores en los ojos y brillaban los zapatos de la gente.
La burbujas empezaron a deshacerse y cayeron las sorpresas que había dentro de cada una de ellas, millones de sorpresas, algunas duraban unos segundos, otras eran sorpresas para toda la vida.
Lo mejor fue que las semillas de estrellas se plantaron en la tierra y todos los años germinaban minúsculas estrellas que provocaban ataques de risa a quien las pisara.
Desde aquel día cada vez que se explota un globo, los niños se quedan descalzos y esperan a la risa que les sube desde los pies".