Pasé horas tumbada en la arena templada, sin moverme bajo alguna sombra debajo del sol . Había más gente a mi lado, disfrutando de un sueño en calma cerca del mar. Me acuerdo de una anciana de 95 años, o quizá 5, no calculo bien, que se sentó en la orilla del mar a recibir las olas con su sonrisa hueca e increiblemente contagiosa, pero que lloró y gritó cuando se dió cuenta que tenía unos manguitos de flotador, pues no quería estar amarrada y así no podía rascarse bien la nariz. Alguien le dijo que eran aletas de pez nadador y eso le gustó.
Durante mi viaje aprendí a bucear. Soñé que todo se hacía fácil y decidí caminar hacia lo más profundo del mar, no tuve que coger aire pues aprendí a respirar bajo el agua, de la misma manera que aprenden las sirenas al nacer, con una bocanada de llanto de agua hacia el interior. Se me llenó el cuerpo de mar que desenredó mi pelo, alisó mis arterias y me irrigó de una nueva corriente de vida, parecida a la esperanza, pero más transparente y salada.
Cuando desperté estaban todos esperándome para ver el atardecer.
Respiré de nuevo el aire y suspiré de sencilla felicidad.
- ¿Sabéis que el sol atardece cuando amanece en el mar?
Durante mi viaje aprendí a bucear. Soñé que todo se hacía fácil y decidí caminar hacia lo más profundo del mar, no tuve que coger aire pues aprendí a respirar bajo el agua, de la misma manera que aprenden las sirenas al nacer, con una bocanada de llanto de agua hacia el interior. Se me llenó el cuerpo de mar que desenredó mi pelo, alisó mis arterias y me irrigó de una nueva corriente de vida, parecida a la esperanza, pero más transparente y salada.
Cuando desperté estaban todos esperándome para ver el atardecer.
Respiré de nuevo el aire y suspiré de sencilla felicidad.
- ¿Sabéis que el sol atardece cuando amanece en el mar?