De tan pequeño que eres cabes entero en mi refugio. Tienes la piel fresca y tus manos se afanan en encontrar mis dedos para jugar. Me miras con los ojos tan claros que me sumerjo en ellos y así, yo en ti y tú en mi, tomas de mi pecho la leche templada que tanto te gusta.
Yo me imagino que te llenas a sorbos de mi amor, que bebes traguitos dulces de mi querer.
Tú sonríes un poquito. No te quieres despistar.
2 comentarios:
¡Qué tierno! Me has recordado cuando daba el pecho a mis hijos. Una experiencia inolvidable.
Besos.
Lindo relato. Un saludo
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