Comenzó a doblarlo. Con sumo cuidado pasaba los dedos por los bordes. Nunca antes había hecho nada parecido y la emoción le subía apresurada desde las manos hasta el corazón. Después de varios pliegues imposibles, tras un último giro, la figura se presentó ante su asombro y sus ojos, maravillosa, elegante. Fue tal la exaltación que quiso hacer más, cientos de ellas más, para llenar su techo de aquella hermosura. Con tanto arrebato, terminó doblando sus propios pliegues, estirando sus arrugas, quitándose dobleces hasta convertirse, ella misma, en una ligera figura de papel. Mucho mejor así, pensó, la vida parece más liviana.
3 comentarios:
Y que lo digas, con lo ligeros que son los pájaros de papel tan lindos como los de tu foto.
Besos.
Volar con la imaginación nos libera...
Pero...¡qué bonito que escribes! :)
Un abrazo
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