Por eso lo dicen. Ella no está de acuerdo, pero tampoco intenta convencer de lo contrario. Basta con no hablar. Prefiere mantener una actitud callada; el silencio siempre es más sencillo. A veces, cuando ya no puede más, se arruga en un ovillo de brazos, aprieta fuerte los dedos contra su espalda y abre la boca dejando escapar un torrente de aire sin voz, un vacío que sólo se hace grito cuando nadie lo puede escuchar. De paso, llora, no por dolor, sino por dejarse mojar.
Creen que es tristeza, soledad, locura. Qué más da, para todas ellas primero hay que callar, estallar el corazón, derramar la mente, olvidar el mundo y volver a empezar.
Dicen que no habla porque dejó de sentir. No habla porque prefiere escuchar, mirar. Como escuchan las ramas nacer sus brotes, como se miran a los ojos los amantes. Ha elegido amar.
Y cuando haya mirado lo suficiente, cuando no haya más viento para escuchar, en ese momento, podrá decirle al mundo que ella sí supo callar. Los demás nunca supieron. Por eso lo dicen.
Ilustración: Ana Juan
4 comentarios:
Me gusta este relato de silencio y la imagen de ella en un ovillo gritando aire.
También me gusta la ilustración.
Besitos.
Hace mucho tiempo que te leo, callado. Hoy quiero decirte que te admiro. Tienes un talento enorme.
Muchas gracias, Alejandro. Bienvenido.
Cuando hablamos no aprendemos algo nuevo, sólo cuando escuchamos...
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