Es
un lugar inhóspito, muy pequeño y con los techos excesivamente
altos. Hay una ventana por la que no entra el sol, pero sí el
invierno. En las paredes hay varias fotografías coloridas que
intentan ocultar los desconchones. Papeles, anotaciones, tareas
pendientes y un calendario en el que se tachan los días que pasan.
Allí hay que tener cuidado de no tropezar con algo. Pese
a que el habitáculo está atestado, huele a vacío. Cuando
Ana está, todo es diferente. No importa el
desastre, ni el frío; ella es luz. Fran no puede soportar ver su silla vacía y con desesperación, visita su estancia una y otra vez,
con ansias de ella.
Un
día Ana vuelve y trae consigo el tiempo que se llevó. Se sienta y espera, conteniendo su alma, a
que Fran llegue. Cuando él entra y la ve de nuevo en su sitio, se acerca a la pared, arranca
el calendario y se mete en el bolsillo los días perdidos. Se cogen de
la mano y se van de aquel lugar
reservado a la soledad.
Ilustración: Alejandra Acosta
2 comentarios:
Hermoso y misterioso como ella.
Abrazos
Me encantan tus textos, son muy sugerentes.
Un abrazo y Feliz Navidad
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