26/10/08

Pingpong



Ya que la tele no da muchas opciones recomiendo ver películas. Ésta seguro que no os va a defraudar.

De mayor...

No tengas miedo pequeña, que no pasa nada.
Duerme tranquila y no te preocupes, que los sueños no son malos y la noche no asusta. Piensa en los campos de trigo o en las amapolas rojas que tanto te gustan.
Te contaré lo que vas a ser de mayor hasta que te duermas y después dejaré la luz del pasillo encendida, la puerta abierta y me llevaré el silencio lejos, para que te duerman nanas.


Cuando seas mayor serás así de pequeña, para que quepas en todos los rincones y te puedas esconder, también para alcanzar los pies cuando te abraces.

Igual tienes los ojos tristes, igual no.

Lo siento no vas a ser enfermera, ni bailarina, ni profesora, pero te encantará pensar que algún día lo llegarás a ser.

De mayor le verás marchar pero no llores, no llores que luego volverá.

Viajarás a otras tierras y te subirás a los árboles más grandes del mundo, olerás el verde más profundo y volarás.

Cuando seas mayor alguien te escribirá canciones y le mirarás las manos todo el tiempo que te apetezca mirar.

Pensarás en el tiempo y quizá tengas nostalgia, nudos en la garganta, entonces decidirás comer un trozo de chocolate o dos.

Te van a pasar cosas maravillosas (ni te lo puedes imaginar) así que no tengas miedo y duerme, duerme tranquila.

Si quieres te toco un poco el pelo, que de mayor también te va a gustar... Ten dulces sueños.

Ilustración: Roger Olmos

20/10/08

La danza



Se apaga la luz y la gente guarda silencio... ¿qué pasa?
De pronto unos pies descalzos se deslizan por el suelo y aparece una silueta de rojo y oro, ligera, rotunda... trae un velo (que son alas, lo juro) y el mundo se transforma en música, en color, en movimiento.
Todos quieren mirar porque nunca han visto nada igual, el corazón bombea de emoción al verla bailar y ella danza, eleva los sentimientos, los brazos, las sonrisas.

Es una gran bailarina y es una gran mujer.

17/10/08

Eneagrama

Ayer tuve un mal día, nada grave; sólo un poco de barullo mental que al final terminó en un lloriqueo cortito, pero sanador. Uno de los principales motivos fue el desconcierto que me produjo un tema bastante simple: elegir mi tipo de personalidad. Una compañera me habló de un curso de desarrollo personal al que había asistido: Curso de Introducción al Eneagrama.
El Eneagrama es un instrumento de autoconocimiento que ayuda a descubrir rasgos y tendencias típicas de la personalidad, bloqueos en las relaciones y motivaciones que están en la raiz de muchos comportamientos, para lograr el equilibrio y crecimiento personal.
Le pedí el material y de una sentada me lo leí. Qué vicio, criatura.
El eneagrama es un símbolo que se forma con la superposición de dos figuras geométricas: un triángulo equilátero y un hexágono irregular, inscritas en un círculo.

Los vértices de las dos figuras tocan nueve puntos del círculo, numerados del uno al nueve (¡cómo estoy últimamente con los números!), que simbolizan nueve tipos de personalidad:
1.- Reformador, maestro de principios, idealista, perfeccionista.
2.- Ayudador.
3.- Organizador, ejecutor, motivador.
4.- Artista, romántico, trágico, individualista.
5.- Pensador, observador, filósofo.
6.- Leal, colaborador.
7.- Generalista, optimista, epicúreo, Peter Pan.
8.- Líder, jefe.
9.- Conciliador, pacificador, mediador.

Cada número tenía una definición más detallada de la personalidad, con sus cosas positivas y negativas asociados a cada una de ellas.
El caso es que me lo tomé en serio y decidí que debía saber cuál era mi tipo. No me encontraba en ninguno y con los que me sentía identificada, eran aquellos números que reflejaban una personalidad más bien emocional, centrada en los demás y un montón de aspectos más que, en principio no son ni malos ni buenos, pero que en alguna ocasión me habían supuesto algún problema (de tipo melodramático). En definitiva, que creía que me conocía mogollón y que había superado mis limitaciones.
Y menos mal que no es así, porque mis mejores momentos vienen cuando me deshago y me construyo de nuevo. Así que, después del sofocón, de pensar un montón, de haberme echado una súper siesta y desconcertar al personal (no es fácil para mí explicar lo que me pasa, cuando algo me pasa y lloro a la vez), puedo decir que sea el número que sea, soy yo y quiero aprender de mí.

(Qué bien cuando me aprietas, me abrazas como si fuera pequeña y me miras en silencio)

10/10/08

Del uno al cinco


Estaba acostumbrada a esa llamada tímida; un golpecito suave después de dudar varias veces, acercando el puño una vez y otra hasta tocar la puerta. Primero dudaba, luego se desbarataba.

- Vamos entra, siéntate.
Como la mayoría de los días desde que lo conocía, traía un conjunto de sudadera y pantalón demasiado ancho para su cuerpo delgado, demasiado corto para su talla. Olía mal. Apenas se sentó comenzó a llorar, pero no como lloran los niños. No. Lloró a proporciones inconmesurables, lleno de sal, de mocos, a metros y metros de profundidad, buceando en sus propias lágrimas. Ocupó su manga con todos los líquidos que había en su cara y se le torcieron un poco las gafas que eran enormes, de pasta marrón marca chupachups.

- Han cambiado el aula de sitio -consiguió decir mientras colocaba los labios otra vez en su sitio-.

Días atrás le había explicado que mirar los portales inferiores al número cinco no tenía nada que ver con suspender los exámenes, o que si algún compañero mal estudiante le tocaba el hombro, no le contagiaba sus pésimas calificaciones.
Cualquier cambio, por mínimo que fuera, le producía una angustia insoportable. No conseguía entender por qué las cosas cambiaban si así estaban bien. Su cabeza estaba estructurada del uno al diez, en casillas cerradas, oscuras, y ahí metía todas sus experiencias... Si algo se colaba en casillas por debajo de la quinta se nublaba, perdía el control, se desquiciaba. Todo giraba en torno a un número: el cinco, metido en sus obsesiones desde que descubrió que con él se sentía más querido, valorado y reconocido. Así estaba estructurada su vida de 8:30 de la mañana a 14:30. Por las tardes sólo tenía tiempo de encerrarse en su habitación para evitar el aliento a alcohol rancio de su padre.

- ¡Es el aula número dos!, ¿por qué nos han cambiado? Quiero ir a mi clase, a mi mesa, no quiero estar en esta. Tiene el número dos.

¿Que podía decirle, que era una decisión que no tenía ninguna repercusión en sus estudios, que seguiría siendo el mismo y todo seguiría igual aunque estuviera en un sitio o en otro?, ¿tenía derecho a decirle que todo era un miedo irracional, una obsesión? No. Esa obsesión era su única preocupación real, su anclaje con el mundo. Lo demás está claro que tenía que ser un sueño.

Entonces le dejó llorar porque por lo menos así se le ablandaba un poco el dolor.
Pensó que lo mejor sería borrar del calendario los primeros días del mes, cambiar el uno por el diez (sólo era añadir un poquito más) y que el dos y el tres y el cuatro, fueran juntos como un nueve.

Y cuando llamara de nuevo a su puerta pudiera decirle: - ¡Entra, ya no hay más números malos! Que se fuera a casa feliz.


7/10/08

Oda a una lata

No quisiera despedirme sin antes decirte que has sido lo más grande de mi nevera. Por tu gracia y tu elegancia he sabido valorar las latas, no como un envase cualquiera, sino como la expresión más delicada de ser fino recipiente que conserva.
Ahora que pienso en ti me parece que siento pena... ese maravilloso rizo, quizás antena, no volverá jamás a acariciar mi abrelatas, a elevar al cielo la salsa de tomate y albahaca.
En tu próxima vida serás muñeca de hojalata.

R.E.P (Recicle en paz)

4/10/08

El gris es un color

Le acabo de hallar, le he descubierto el alma.
No quiero oír más historias y sí, si él quiere, todo el silencio que quepa en el lugar de las voces. Que ya no hace falta responder a nada.
Le escuché cuando abandoné la búsqueda, cuando dejé de reclamar que debía explicar algo; hizo falta un nudo de silencios para sentir el rumor en su garganta, y qué importa, si nunca hubo palabras, sabían a vacío, no significaban nada.
Qué más da, si ahora tengo su mirada, su regreso; el gris que amanece, tímido y honesto.