31/3/08

Lejos de ella


Cuando terminó la película sentí una especie de estremecimiento, algo parecido a lo que se siente cuando tienes frío y te calientas al sol. Es una película entrañable, sencilla pero muy bien contada, emocionante al mostrar las personas tal y como son, sin artificios ni pretensiones. Al principio pensaba que una enfermedad como el alzheimer suponía una pequeña muerte (de los recuerdos, de la vida inmediata, de la realidad), pero no, no y no. Se puede vivir desde otros prismas y por supuesto, ser feliz.
Por ahí me dicen que tengo todas las papeletas para acabar siendo una vieja loquita, haciendo trastadas por las calles... Siempre y cuando tenga a alguien que me coja del brazo y me lleve a casa dando un paseo, me da igual si acabo loca perdida, hablando sola, mirando las casas de la gente desde sus ventanas, a días hundida y a días eufórica, contando las monedas de la hucha o los lunares de mis brazos, hablándole al loro del vecino o cantando canciones inventadas. Al fin y al cabo, soy así.

26/3/08

Infancia maltratada

- Señor, ¿Me puede decir la hora?
- ¡Pero, si llevas reloj!
- El mío no funciona, lo miro a cada rato y no pasa el tiempo.
- Son las 5:30. ¿Para qué quieres que pase el tiempo?
- Tengo que hacerme mayor.
- ¿Qué prisa tienes?
- Cuando sea mayor ya no seré niño nunca más.
- ¡Ser un niño es lo mejor que pueda pasarte!
- No estoy seguro...soy pequeño, llorica, no soy muy fuerte y no sé gritar como los mayores.
- A veces me pasan las mismas cosas.
- Es diferente, tú ya eres mayor y yo quiero saber pronto si llegaré a serlo.
- Sólo tienes que esperar.
- Por eso no paro de mirar el reloj.
- Cuando hayas crecido... ¿Mirarás tanto el reloj?
- No. No tendré que volver más a casa. Ahora tengo que irme. ¡Gracias, señor!
Y salió corriendo sin despegar la vista de su reloj.

21/3/08

A la espera

Me siento a la espera de llegar no sé a qué sitio.

Siempre a la espera
de la próxima vez,
el otoño que viene o la siguiente oportunidad.

A la espera de crecer, de avanzar u olvidar
mientras levanta la niebla.

Siempre a la espera
observando el tiempo latiéndome en la espalda,
ocultándose en atardeceres grises
que ni alcanzo a ver.

A la espera de todo,
viviendo a la espera.

14/3/08

Instrucciones para irse a dormir


  1. Deje que llegue la noche, seguramente duerma mejor.
  2. Quítese la ropa del día y póngase el pijama, mejor si lo acompaña de bata.
  3. Siéntese en el sofá.
  4. Túmbese en el sofá.
  5. Duérmase en el sofá.
  6. Abra sólo un ojo y camine sin levantar los pies hasta el dormitorio (se consigue con calcetines gordos y sin zapatillas).
  7. Atención! Debe estar meado y preparado previamente, se puede cortar el proceso (en este caso debe volver al sofá).
  8. Si no se ha lavado los dientes...ya mañana, si eso.
  9. Meterse en la cama y frotarse los pies, varias veces, hasta que entren en calor.
  10. No pensar, se puede cortar el proceso (¡mierda! al sofá).
  11. Acurrucarse lo más que pueda, en forma de 4 u 8, si tiene pareja. No pasar de ahí; para eso está el sofá.
  12. Comenzar fases del sueño.
  13. Soñar. Acompañar de ronquidos; le da un toque de especial relajación. La pareja puede irse al sofá.
  14. Si se despierta, mire la luna y vuélvase a acostar.
Dulces sueños

10/3/08

Más que a nadie y más que a nada


A veces intentamos concretar el motivo por el que quereremos a otra persona, siempre de acuerdo con la maldita manía de razonarlo todo, buscarle la explicación racional a nuestros actos. Puede que con esto de amar no sirva para nada el esfuerzo, realmente no es necesario. Amamos porque sí, porque es lo más bonito que hacemos cada día.

Yo no necesito motivos. Sólo la alegría de saberlo.

Mira que canción tan preciosa.

4/3/08

Vete a hacer croquetas

Me gustan las croquetas caseras. Por supuesto, las de mi madre son las mejores: masa blandita de bechamel con pollo picadito picadito, su cebolla menuda y muchas vueltas de muñeca. También sabe hacer otras cosas riquísimas y es experta en café con leche.
Mi madre es única, no porque sepa cocinar, sino porque tiene el don de hacer las cosas bien sin grandes esfuerzos de planificación. Posee la humildad de reconocer sus limitaciones y la maravillosa virtud de transmitir con sencillez los aciertos de su experiencia. Educó a sus hijas sin asistir a ninguna "Escuela de Padres y Madres", sin revistas de "Cómo ser mamá en 3 pasos y medio" y lo hizo bien, vaya que sí.

Ahora la educación de los hijos ha pasado de ser algo natural, bello, complicado pero gratificante, a ser una actividad a desempeñar previo estudio de manual, una jornada laboral, un acto estudiado y falto de espontaneidad, en el que los éxitos paternos se miden en función de las notas de los hijos, su merecido título y lo bien que saben redactar. Ay de mi!!

No soy madre y no sé cómo lo haré, pero ojalá pueda ser franca con mis frustraciones y dejar a mis hijos ser personas con necesidades propias, imperfectas y capaces de elegir.
Como diría la señorita Pepi, (maestra, además de la mía suegra) a los padres de sus alumnos: "Hagan ustedes el favor de dedicarse a hacer croquetas o a ordenar el sótano". Otra que es única.


La otra cara de la moneda, la de los papás que quieren leyes para divorciarse de sus hijos, lo dejo para otro capítulo. No sea que ahora vomite.

2/3/08

¿Te vienes a la calle?

No es fácil volver a la vida cuando has muerto, pero renacer puede ser posible si el viento ese día, porque aquélla nube blanca quería viajar, te desplaza a ti también. Es la historia de una historia que empieza, que vuelve a empezar.

Se llaman Marina y Sergio, no sé por qué.

De pie, a tientas en la habitación a oscuras, Sergio buscaba su pie bajo las mantas; tiraba de sus dedos para despertarla cada mañana hasta que notaba cómo se movía perezosamente. A él le gustaba oír el ruido de su cuerpo despertando, su respiración profunda al abrir los ojos. Advertía que seguía viva, que quizá ese día recuperaría el alma.

- Marina, ya es la hora. Le decía con la voz suave.

Ella esperaba unos minutos en la cama antes de levantarse; eran los mejores del día, el instante más especial por el ser el más simple. Todos los demás los apartaba a manotazos, quitándoselos de encima como si le molestaran a la vista. Encender la luz de la lámpara la ubicaba en un lugar vacío en medio del mundo; sin horizonte, todo era circular, sin base, el cielo era demasiado grande y se sentía insignificante y volátil.
Comenzaba la inercia de un nuevo día que no terminaba de estrenar.

Antes de separarse, Sergio la abrazaba pidiéndole en silencio que volviera, ofreciéndole su paciencia, porque la esperaría siempre, siempre.
La miraba sin perder de vista su espalda hasta que cerraba la puerta para irse haciendo remolinos en el mismo lugar, revolviéndose junto al polvo viejo, las horas no vividas y los sueños sin historia que se acartonan en la mente de quien ha sufrido.

- Adiós, mi dulce Marina.

Se quedó quieto durante unos segundos y pensó en el dolor. Los traumas ennegrecen al segundo golpe. El primero sabía que ocurrió cuando ella era niña; el último impactó al no poder soportar la fuerza de lo inexorable; un día de pronto ella sintió que la muerte era más poderosa que su capacidad de entenderla, que no podría evitar cuando algún día se acabara la vida para siempre, la ausencia definitiva de sus personas amadas. Se lo dijo llorando, asustada y abrazada a él con el pánico brutal de perderle.
La contusión vino con la desesperanza.

Marina volvía siempre por el mismo lugar sin saberse el camino, pero ese día su cabeza se volvió, miró a la derecha y vio dos niñas jugando con globos. Quiso sentarse con ellas y pedirles permiso para soplar. Sonrió al verlas anudar los lazos de su ilusión, y quiso ser pequeña, brincar, inventar, soñar.

Entonces algo cambió. Corrió sin parar, henchida de ganas de vivir, de empezar a vivir, aguantando la respiración para llegar a casa, coger la mano de su amor y salir a la calle para que le enseñara a jugar.

Sergio la vio llegar y suspiró...

- Por fin has vuelto.



Puede que el miedo esté ahí, pero ¡Que no se trague las ganas de vivir!