- Señor, ¿Me puede decir la hora?
- ¡Pero, si llevas reloj!
- El mío no funciona, lo miro a cada rato y no pasa el tiempo.
- Son las 5:30. ¿Para qué quieres que pase el tiempo?
- Tengo que hacerme mayor.
- ¿Qué prisa tienes?
- Cuando sea mayor ya no seré niño nunca más.
- ¡Ser un niño es lo mejor que pueda pasarte!
- No estoy seguro...soy pequeño, llorica, no soy muy fuerte y no sé gritar como los mayores.
- A veces me pasan las mismas cosas.
- Es diferente, tú ya eres mayor y yo quiero saber pronto si llegaré a serlo.
- Sólo tienes que esperar.
- Por eso no paro de mirar el reloj.
- Cuando hayas crecido... ¿Mirarás tanto el reloj?
- No. No tendré que volver más a casa. Ahora tengo que irme. ¡Gracias, señor!
Y salió corriendo sin despegar la vista de su reloj.
1 comentario:
Lo irónico es que este niño al crecer, deseará con todas sus fuerzas volver a la infancia, así somos todos! luego las prisas y el reloj se convierte en nuestro látigo!! saludos!!
Publicar un comentario