18/5/08

Soy normal, qué voy a hacer.

Voy a compartir un fragmento del libro que estoy leyendo:

FELICES LOS NORMALES

A Antonia Eiriz

Felices los normales, esos seres extraños.

Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho,
un hijo delincuente,

Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,

Los que no han sido calcinados por un amor devorante,

Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,

Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,

Los satisfechos, los gordos, los lindos,

Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,

Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,

Los flautistas acompañados por ratones,

Los vendedores y sus compradores,

Los caballeros ligeramente sobrehumanos,

Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,

Los delicados, los sensatos, los finos,

Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.

Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,

Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan

Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos

Que sus padres y más delincuentes que sus hijos

Y más devorados por amores calcinantes.

Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

(Roberto Fernández Retamar)

El poema está dedicado a Antonia Eiriz, pintora cubana que a la edad de dos años se enfermó de polio y quedó con la pierna izquierda dañada. La enfermedad la marcó como “diferente” y le causó mucho dolor ­ tanto físico como psíquico ­ para el resto de su vida.
"Mi pintura significa lo que tu ves en ella, decía ­ y sonreía. Para mí, lo que veo es dolor y amor, un amor por la humanidad tan grande que no puede soportar la inhumanidad del hombre contra el hombre".
La verdad es que impresionan sus pinturas, son pura angustia. Es cierto que reflejan dolor. Supongo que el suyo le confirió una sensibilidad especial para sufrir por el dolor ajeno, para sentirlo como propio. Entonces me planteo que tengo una vida de lo más normal (¿queda bien si digo que afortunadamente?) y que somos muchos los normales que vamos por la vida quejándonos por demás. La verdad es que no sé qué debería hacer; aprender a no quejarme y dar valor real a la vida maravillosa que tengo podría ser una buena opción, pero eso no mejoraría los desastres de la humanidad, ni la maldad, ni el asco, ni nada en absoluto. Hoy he visto en el periódico El País la imagen de unos padres sosteniendo a su hija muerta después del terremoto en China y al principio he pasado la página sin más, como una foto más, y después he vuelto a ella y he llorado, sintiendo un profundo respeto hacia esos padres con su pequeña entre los brazos, cuyo dolor hoy va a ser público, lo entendamos o no, nos importe o no. Entonces no sé qué hacer, si llorar fuerte para desahogarme o desear no ser normal para no sentirme culpable. Así a lo mejor no tendría que plantearme si mi vida es justa con respecto a los demás o no, así seguro que no tengo tiempo para tonterías.
En el fondo es cómoda la postura del espectador sensibilizado que pena un poco, lo comparte en su blog y se va a la cama después de un día de lo más normal y confortable. Yo misma, sin ir más lejos.
Que otros hagan los mundos y los sueños.

2 comentarios:

La estatua del jardín botánico dijo...

Soy normal. Creo que todos somos normales... y especiales al mismo tiempo. Me ha costado ser normal. Que me llamen normal es un piropo precioso.
Somos normales, pero no somos culpables aunque nos sintamos así. Al menos, esa es mi opinión.
Encuentro cierta conexión entre tu post y el mío. A mí manera, yo también lloré al pensar lo mismo sobre lo que tú reflexionas al final del artículo.
Un beso enorme.

jlx dijo...

Tu post me ha dado mucho sobre lo que pensar. Había escrito toda una perorata sobre la "normalidad" y la felicidad, pero la voy a dejar pasar. No es cuestión de aburriros en mi primer comentario.

Por otra parte, magnifico post. No dudes de que pasare a menudo por aquí.