Hay huelga de transporte de mercancías. ¿Ya se nota el desabastecimiento?
El día a día es una especie engranaje cuyo mecanismo parece fácil: dos ruedas dentadas se mueven y generan movimiento -hoy como arroz porque ayer fui a comprar el producto que el camión hace un par de días recogió en la distribuidora donde está el cereal que los agricultores han cultivado…- Si una de las piezas se estropea el movimiento se detiene, entonces nos damos uno a uno de bruces contra el suelo y a ver qué hacemos todos patas arriba con las vergüenzas al aire, esperando que alguien arregle el problema.
Para que a mí no me pase nada, mi madre, que está en todo, la mujer, me ha recomendado que compre litros y litros de leche, que los guarde aunque sea debajo de las camas. Es que no se puede vivir sin leche.
¿Qué pasaría si no hubiera leche, si de pronto tuviéramos que adaptarnos a vivir sin el rico café con leche, los yogurcitos con trozos de fruta, las cuajadas con miel, la tapita de queso, la deliciosa tostada de mantequilla derretida? Es difícil imaginar la vida sin leche, sin fruta, sin pescado, sin combustible… Me imagino los supermercados vacíos, la gente asaltando almacenes por las noches, robando la comida a los perros. ¿Nos veremos en esa necesidad algún día? Me viene a la cabeza “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago, que cuenta cómo una ceguera blanca (un mar de leche) se propaga sin piedad por toda la población y hace que la primitiva necesidad de supervivencia de los personajes, les arrastre al más profundo y miserable egoísmo.
La cuestión es que ante una situación extrema como puede ser el hambre, el odio o la ausencia de un bien esencial, surgen en el ser humano reacciones imprevisibles casi siempre malévolas, animales y egoístas, que son las que verdaderamente ayudan a sobrevivir.

Según la teoría de la motivación humana de Abraham Maslow (psicólogo humanista) existe una jerarquía de necesidades humanas (representadas en una pirámide) que han de ser satisfechas, de manera que las necesidades más altas ocupan nuestra atención sólo una vez que se han satisfecho necesidades inferiores, como las fisiológicas básicas (respirar, comer, dormir, beber…), las de protección o las necesidades sociales. Así pues, el hombre sólo puede considerarse como tal cuando están cubiertas sus necesidades primarias y básicas, de lo contrario, tendrá que buscarse las habichuelas como pueda.
Esto me lleva a pensar que no sé cómo soy en absoluto, que no me conozco, que estoy fuera de mí, de mi estado más puro, bien alimentada, eso sí, sana, protegida y reconocida.
Líbrame señor de una ceguera blanca.
El día a día es una especie engranaje cuyo mecanismo parece fácil: dos ruedas dentadas se mueven y generan movimiento -hoy como arroz porque ayer fui a comprar el producto que el camión hace un par de días recogió en la distribuidora donde está el cereal que los agricultores han cultivado…- Si una de las piezas se estropea el movimiento se detiene, entonces nos damos uno a uno de bruces contra el suelo y a ver qué hacemos todos patas arriba con las vergüenzas al aire, esperando que alguien arregle el problema.
Para que a mí no me pase nada, mi madre, que está en todo, la mujer, me ha recomendado que compre litros y litros de leche, que los guarde aunque sea debajo de las camas. Es que no se puede vivir sin leche.
¿Qué pasaría si no hubiera leche, si de pronto tuviéramos que adaptarnos a vivir sin el rico café con leche, los yogurcitos con trozos de fruta, las cuajadas con miel, la tapita de queso, la deliciosa tostada de mantequilla derretida? Es difícil imaginar la vida sin leche, sin fruta, sin pescado, sin combustible… Me imagino los supermercados vacíos, la gente asaltando almacenes por las noches, robando la comida a los perros. ¿Nos veremos en esa necesidad algún día? Me viene a la cabeza “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago, que cuenta cómo una ceguera blanca (un mar de leche) se propaga sin piedad por toda la población y hace que la primitiva necesidad de supervivencia de los personajes, les arrastre al más profundo y miserable egoísmo.
La cuestión es que ante una situación extrema como puede ser el hambre, el odio o la ausencia de un bien esencial, surgen en el ser humano reacciones imprevisibles casi siempre malévolas, animales y egoístas, que son las que verdaderamente ayudan a sobrevivir.

Según la teoría de la motivación humana de Abraham Maslow (psicólogo humanista) existe una jerarquía de necesidades humanas (representadas en una pirámide) que han de ser satisfechas, de manera que las necesidades más altas ocupan nuestra atención sólo una vez que se han satisfecho necesidades inferiores, como las fisiológicas básicas (respirar, comer, dormir, beber…), las de protección o las necesidades sociales. Así pues, el hombre sólo puede considerarse como tal cuando están cubiertas sus necesidades primarias y básicas, de lo contrario, tendrá que buscarse las habichuelas como pueda.
Esto me lleva a pensar que no sé cómo soy en absoluto, que no me conozco, que estoy fuera de mí, de mi estado más puro, bien alimentada, eso sí, sana, protegida y reconocida.
Líbrame señor de una ceguera blanca.
3 comentarios:
La verdad es que en el mundo en qué vivimos es difícil saber cómo son las cosas que usamos y cómo llegan hasta nosotros. Yo tengo coche y ordenador y no entiendo en absoluto cómo funcionan, pero los uso y por eso no me pregunto nada. Con el transporte pasa igual, a saber cómo llega el agua hasta el vaso cuando abro el grifo de mi casa. Pero está claro que cuando falla alguna parte del mecanismo no sabemos muy bien qué hacer. Yo me conformo con no dejarme llevar por la histeria colectiva.
Respecto a la pirámide, dios quiera que no tengamos que luchar por los peldaños más bajos, desde luego.
Saludos
EL principio del post, cuando hablas del modo en que funciona el engranaje del día a día, me ha recordado a una canción de Jorge Drexler. Esa canción que dice "hay tantas cosas, yo sólo preciso dos: mi guitarra y vos".
Coincido con contigo y con Retrack: ojalá no tengamos nunca que luchar por los peldaños más bajos, porque nos miraremos y no nos reconoceremos. Pero también, ojalá que cuando esté en el último peldaño pueda decir que de entre todo lo que hay, sólo necesito mi guitarra (sustitúyase por un libro, como es mi caso, que no tengo ni guarra de solfeo) y vos.
Yo creo que estamos metidos en un sistema del que es complicado salir..
si vives en sociedad aceptas ciertas normas.
Es dificil conformarse. Siempre se quiere mas. Siempre andamos insatisfechos!
Yo antes me conformaba con "meter la cabeza" en educación, con ser interina... ahora, pasar a funcionaria de carrera, luego trienios, mejor plaza, mejor coche... en fin, en el sistema de cabeza, aunque cada día me lo niegue delante del espejo!
Un besico y ánimo con esa pirámide
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