6/6/08

Un lugar para cada cosa

Me gusta descifrar sentimientos. Esto es, descubrir cuáles son sus orígenes, las experiencias que sirven de referencia para generar un estado de ánimo u otro y los pensamientos que preceden a cualquier emoción. Al hilo de la cuestión, también me gusta ubicarlos en el cuerpo y superar la localización estandarizada de los sentimientos en el tórax. La razón la dejo en el cráneo que es donde tiene que estar.

Pongamos algunos ejemplos:

La tristeza se instala fundamentalmente en la garganta, ya que no hay pena sin quejido.

El miedo está claramente apostado en las piernas, más o menos a la altura de las rodillas, por si tiene que salir corriendo.

La soledad está ubicada en el cabello; lo peores días el pelo se recoge en una coleta para unir fuerzas y con la melena suelta crece la percepción de compañía. En el caso de pelo corto, la soledad se cuenta con los dedos.

La alegría comienza en el ombligo (centro energético principal del cuerpo) y se ramifica por todo el cuerpo estirando la comisura de los labios, ampliando extremidades, dando saltos o palmadas.

La furia reside en sitios congestionados como los pliegues de los puños, el fondo de las arrugas de la frente y en el aliento retenido.

La ansiedad, angustia o desesperación (¿esto es una canción?) sí está en el pecho debido a que el estado físico asociado se manifiesta principalmente con palpitaciones, taquicardia y respiración agitada, aunque hay personas que lo sienten en la planta de los pies (el porqué se lo preguntáis a ellas).

El alma en vilo está inmediatamente después de la epidermis, detenida.

Me cuesta ubicar el cansancio, porque lo confundo con la pereza.

La pasión se mueve libremente por todos los órganos del cuerpo, por la piel, los ojos, sube al cerebro y vuelve a bajar por la sangre, se queda un rato en las aletas de la nariz, finalmente se convierte en sudor y se evapora hasta nueva orden.

La curiosidad está en las puntas (de los dedos, de la nariz y de las orejas) y es de colores chirriantes.

La inseguridad no sabe dónde posar, así que no tiene sitio; a veces es palabra tartamuda, tic en el ojo o postura desafortunada, la pobre.

La RABIA la dejé flotando en el agua del post anterior.

Hay muchos más, como el ánimo por los suelos, aunque ya puestos, prefiero la felicidad por los poros.

Resulta que sí era una canción. Toda una vida, Antonio Machin

5 comentarios:

Sibyla dijo...

Sabes, has ubicado muy bien cada sentimiento...
Yo también prefiero la felicidad por los poros!

Antonio Machin! Madre mía, cuánto tiempo sin oirlo...
Besitos:)

Anónimo dijo...

Pues yo creo que lo tengo todo en la tripa!
Si tengo nervios: a la tripa, en forma de espiral multicolor, si estoy contenta: a la tripa, en forma de rayos de sol, si estoy enamorada: a la tripa, en forma de mariposas traviesas...

Casi casi no me cabe ni la paella de mi mamá... (intentaré repartirlos por el cuerpo, como haces tú)

Un besico

Gracia dijo...

Y el cansancio, en mí por lo menos, habita en los ojos, que se cierran y se hacen pequeños sin que puedas controlarlo y entonces todo lo ves de otra forma; con menos luz y con menos color.

La estatua del jardín botánico dijo...

A mí los nervios, sin duda alguna, se me alojan en el estómago; la angustia la llevo en el pecho y a veces en la garganta; la alegría se me pone en los ojos, en la boca y por los poros. Me ha encantado el post.

Retrack dijo...

A mí también me ha gustado esta entrada. A mí las verdad es que muchas sensaciones, las malas, se me suelen escapar por la boca, así me libro de ellas. Las buenas intento guardármelas.
Saludos